RAZÓN DE ESTOS SALMOS
1. El canto en la Liturgia
El canto fue siempre "una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" de la Iglesia (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 112), como lo demuestran los archivos eclesiásticos y la historia del culto católico, e incluso la de la música en general. Sin el canto, nuestra liturgia sería pobre e incompleta. Y es que el canto no es sólo un simple adorno de carácter optativo, sino que es, por el contrario, un componente importante de toda solemne celebración.
En efecto, el Concilio Vaticano II expresó su voluntad de que "en las acciones litúrgicas resuenen las voces de los fieles" (ibídem, n. 118), cuyo canto "ha de ser tenido en gran estima" (Misal Romano, Ordenación general, n. 22), para lo que es necesario, ante todo, que la música sacra, "no sólo pueda ser cantada por las mayores "Scholae Cantorum", sino que también esté al alcance de los coros más modestos, y fomente la participación de toda la asamblea de los fieles" (Sacr. Conc., n. 121).
Por su parte, el Ceremonial de los Obispos, en su n. 33, reconociendo "la importancia litúrgica que el canto tiene", supone que, sobre todo en la Catedral, hay Salmista, Maestro de Coro y Organista, puesto que a esta Iglesia madre "corresponde celebrar las funciones litúrgicas más solemnes" (Código de Derecho Canónico, c. 503). Pero, si hasta en las Catedrales, cuyas celebraciones "deben ser modelo para toda la diócesis y resplandecer por la participación activa del pueblo" (Cer. de los Ob., n. 12), no se cumplen, a veces, estas elementales normas litúrgico-musicales, ¿qué no ocurrirá en las demás iglesias que siguen el ejemplo de aquéllas?
La Instrucción "Musicam sacram", en el n. 21, establecía que "donde no haya posibilidad de formar ni siquiera un coro pequeño, que haya, al menos, uno o dos cantores bien formados que puedan ejecutar algunos cantos más sencillos con participación del pueblo y dirigir y sostener oportunamente a los mismos fieles. Este cantor debe existir también en las iglesias que cuentan con un coro, en previsión de las celebraciones en las que dicho coro no pueda intervenir y que, sin embargo, hayan de realizarse con alguna solemnidad y, por tanto, con canto". Y en otro lugar añadía: "Nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que, toda entera, expresa su fe y piedad por el canto. Por consiguiente, se promoverá diligentemente..." (ibídem, n 16).
A pesar de tan sabias y oportunas previsiones, hay muchas iglesias en las que las Misas dominicales y festivas se celebran absolutamente sin canto, o lo reducen sólo a la llamada Misa "mayor", aunque las otras estén igual o más concurridas que aquélla. Son, pues, lamentablemente, de plena actualidad las palabras de Pablo VI a la IX Reunión de Capillas Musicales, en 1969: "No siempre ni en todas partes -lamentaba el Papa- se siguen las indicaciones del Concilio. Muchos labios permanecen mudos, sin participar en el canto".
Resulta penoso, por otra parte, constatar que, en general, cualquier otro elemento del culto (oro, plata, mármoles, ornamentos y flores) es más apreciado y tenido en cuenta por los responsables eclesiásticos que el que debiera ser imprescindible servicio musical, parte integrante, como hemos señalado más arriba, de la acción litúrgica solemne.
Otra circunstancia que pone en evidencia la falta de consideración y aprecio que muchos tienen por la música y el canto en la liturgia, es el silencio que sobre esto se observa en las actas y crónicas de las diversas celebraciones, mientras se mencionan por sus nombres el presidente, los concelebrantes, lectores, autoridades civiles y demás intervinientes en las mismas. Tampoco se suele atender aquella recomendación de hacer, siempre que sea posible, "una selección de personas... dando preferencia a aquellas que son más competentes musicalmente, sobre todo si se trata de acciones litúrgicas más solemnes... o se transmiten por radio o televisión" (Musicam sacram, n. 8).
2. El Salmo Responsorial
El Salmo Responsorial, objeto de este libro, se lleva la peor parte entre los textos que se cantan ordinariamente, aunque es, por derecho propio, "parte integrante de la Liturgia de la Palabra" (Misal Romano, Ord. gen., n. 36), y, como tal, debe ser cantado (Leccionario, Prenotandos, n. 20). "Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la Liturgia de la Palabra. En las lecturas Dios habla a su pueblo; y el mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de sus fieles. Esta palabra divina la hace suya el pueblo con los cantos" (Misal Romano, Ord. gen., n. 33). Pero no con cualquier canto "ad libitum", sino con los Salmos asignados a cada lectura, como respuesta a la palabra proclamada, y porque "es preciso que los textos que por sí mismos requieren canto se canten efectivamente” (Mus. sacram, n. 6).
A la luz de estos principios, y para que se cante la Misa -pues no basta cantar en la Misa- el Secretariado Nacional de Liturgia publicó, en 1986, EL LIBRO DEL SALMISTA, que, a mi humilde juicio, no ha respondido a las esperanzas puestas en él, por causa, tal vez, de su no siempre fácil línea melódica, o de su ritmo, o de la armadura innecesariamente accidentada de muchas claves, etc.; sin olvidar la dificultad añadida que ofrecen los versículos puestos fuera de su esquema musical e incluso, no pocas veces, en páginas distintas (!). El resultado de todo es que el Salmo Responsorial, que en la liturgia festiva siempre debiera ser cantado, se lee, sin entusiasmo, desde el ambón, y lo repite, cansinamente, la asamblea. Un ejemplo negativo y pobre muestra de ello suelen ser las Misas de la Radio y de la TVE.
3. Razón de este libro
En circunstancias tan adversas como las descritas, y con el ánimo de servir modestamente a muchos sacerdotes y músicos que así me lo habían pedido, he ido componiendo, a lo largo de los tres últimos años, los Salmos Responsoriales Populares, correspondientes a los ciclos A, B y C, y a la Semana Santa. Publicados en fascículos antes de reunirlos en este libro, se han experimentado con notable éxito en muchas iglesias y coros de España, resultando, según testimonio unánime de quienes los ha utilizado, fácilmente cantables, sin desmerecer en su calidad artística ni en su religiosa inspiración y piedad. Lo mismo me han testimoniado varios Cardenales, Arzobispos y Obispos, así como diversas Autoridades musicales, a quienes agradezco el gran favor que me hacen al recomendar tan encarecidamente mis Salmos, como puede verse al principio del libro.
4. Sencillez, dignidad y piedad
Aunar en la música de estos Salmos las tres cualidades del epígrafe precedente -sencillez, dignidad y piedad- era la meta que me proponía alcanzar cuando, al componerlos, pensaba en tantas parroquias rurales y urbanas, carentes del más mínimo equipo musical (organista, coro, solista), en las que todo corre a cargo del sacerdote celebrante y de los fieles presentes en la Misa dominical o festiva. Para ellas son, especialmente, estos Salmos, sin excluir, desde luego, las otras iglesias mejor dotadas.
Conforme a este inicial propósito, he procurado humildemente que las melodías resulten siempre fáciles y sencillas, hoy que casi nadie se atreve a escribir llanamente la música en Do mayor o en Re menor y se desdeñan los cantos silábicos, tan enraizados en el más puro y antiguo estilo gregoriano. Recordemos a este propósito que, en la antigüedad, el Salmo se aprendía simplemente oyéndolo, sin necesidad de previo ensayo (si es posible tenerlo, miel sobre hojuelas); y reconozcamos también que es evidente que al pueblo fiel no se le puede pedir que responda todas las semanas cantando algo nuevo y difícil, como algunos músicos, muy eminentes por cierto, pretenden, en vano, conseguir.
Con frecuencia, cuando el ritmo o el espíritu de los textos lo sugieren, se repiten sin reparo, en todo o en parte, algunas melodías especialmente asequibles al pueblo o, a mi juicio, mejor logradas. Creo que los fieles cantarán con más gusto y soltura lo ya conocido que lo nuevo por lo nuevo, y también agradecerán que no se multipliquen, sin necesidad, las canciones.
Por razón de la misma sencillez„ la escritura o grafía musical utilizada es deliberadamente simple, sin apenas sostenidos ni bemoles, para que la cantilena se pueda captar y cantar, en casi todos los casos, a primera vista. Lo mismo digo del acompañamiento, escrito sin otra pretensión que facilitar su cometido a quienes prestan laudablemente su valioso servicio en el órgano o armonio, sin ser profesionales y casi siempre desinteresadamente. Huelga advertir que habrá que elegir la tesitura que mejor convenga a los fieles, aunque la original del Salmo esté escrita más alta o más baja. Otro tanto se tendrá que hacer con el órgano y la guitarra.
A propósito de este último instrumento, tan popular en nuestras iglesias, sólo hay que hacer una salvedad: se debe evitar que su uso abusivo constituya un asalto contra el órgano tradicional y el armonio, llegando en muchos casos hasta su práctica eliminación del culto. Con demasiada frecuencia la guitarra, adueñada del templo, ha caído en el más bajo y deleznable nivel artístico, martirizando a los fieles con rasgueos monocordes, terriblemente ramplones, vengan o no a cuento, y que, amplificados por la megafonía, sobrepasan en mucho lo tolerable.
Bien es verdad que, por otra parte, también hay que reconocer que son muchos y dignos de todo encomio los grupos de cantores, devotos y entusiastas colaboradores de las Misas festivas, que, sin ser profesionales ni virtuosos de alto nivel, sólo cuentan con la humilde guitarra por todo acompañamiento para animar la acción litúrgica, y lo hacen sin degradarla y sin concesiones a lo trivial y barato. Nada impide, pues, que se toque la guitarra, sola o junto al órgano o armonio, si se hace con aquella dignidad y discreción con que hemos visto, en solemne ceremonia vaticana, complementarse de manera admirable el arpa y el órgano, acompañando precisamente el Salmo Responsorial. ¿Quién no ve un glorioso antecedente histórico de tales instrumentos de cuerda en los siguientes textos bíblicos: "In psalterio decem chordarum psallite illi" (Ps 32, 2); "Laudate eum in chordis et organo"? (Ps 150, 4).
Por lo que atañe a la dignidad artística y a la piedad o sentido religioso de estos Salmos, es oportuno leer lo que, al principio del libro, han escrito otras plumas mejor cortadas y más autorizadas e imparciales que la mía, a las cuales gustosamente me remito.
5. Presentación y contenido
Al preparar con la empresa ARTES GRAFICAS SOLER, S. A., la maqueta de este libro dedicado al servicio del ambón y, en muchos casos, del altar, he procurado que, en su aspecto externo, sea un libro digno, decoroso y bello, bien encuadernado, que se acerque lo más posible, dentro de los límites de su moderado precio, al ideal que propone la Iglesia para los libros que se usan en la celebración: "Hay que procurar -dicen los documentos- que también los libros oficiales, que son, en la acción litúrgica, signos y símbolos de las cosas celestiales, sean realmente dignos, decorosos y bellos" (Leccionario, Prenotandos, n. 35; y Directorio litúrgico-pastoral, n. 26).
En cuanto a su disposición interna, se ha tenido muy en cuenta la comodidad del cantor y del organista. Por eso, cada Salmo ocupa dos páginas paralelas: una para el canto y otra para el acompañamiento; y todos los versos están justamente debajo de su música, con una distribución original del espacio que nadie, que sepamos, ha usado hasta ahora en publicaciones similares. Además, se ha escogido un cuerpo muy legible de letra (el 14), con el que se sirve mejor al lector y, además, se alternan los tipos normales con la negrilla, a fin de evitar posibles saltos de línea al cantar los diferentes números verticalmente alineados.
Por último, quiero hacer constar que he puesto toda mi ilusión y esfuerzo personal en esta obra, cuya grafía musical ha salido, incluso materialmente, de mis manos, si bien, para los textos me he servido del moderno ordenador.
6. Libertad de reproducción
Por la intención pastoral que me mueve al publicar estos Salmos, lejos de prohibir su reproducción por fotocopia o cualquier otro medio técnico, la autorizo expresamente si es para el servicio del culto y sin ánimo de lucro, como lo vienen haciendo, cada semana, varias HOJAS PARROQUIALES y diocesanas como el ALELUYA del Arzobispado de Valencia.
Para todos, mi profundo reconocimiento y gratitud.
Doy también las gracias a las Clarisas del Monasterio de la Inmaculada y San Pascual de Madrid, que cantan primorosamente mis Salmos Responsoriales Populares todos los domingos (a las 9 h.) en la Misa de Radio COPE para toda España.
(*) Doctor en Derecho Canónico, Diplomado en Canto Gregoriano, Canónigo Prefecto de Música de la Catedral de Segorbe, Capellán del Coro del Patriarca, Académico Correspondiente de la Real Academia de Cultura Valenciana, etc.